Desde el Ateneo Socio-cultural Viento del Pueblo agradecemos el interés de asistentes, ponentes e interesados en estas jornadas. Todos lo hacemos posible, una vez más.
MANIFIESTO ATENEO – INAUGURACIÓN PLACA ORIOLANOS DEPORTADOS
Hoy inauguramos esta placa que es mucho más que una placa, se trata del primer homenaje y testimonio físico dedicado a los oriolanos deportados en los campos de concentración nazis.
Hasta hoy, no ha habido un reconocimiento público a estos luchadores por la democracia y la libertad en su pueblo y el nuestro. Saldamos de este modo, varias décadas después, una deuda histórica que nos hace avanzar como sociedad democrática.
Y ha tenido que ser una asociación de base como el Ateneo Viento del Pueblo la que lo ha hecho posible. Una asociación pequeñita, fruto del trabajo inagotable de sus socios y socias, que se ha mantenido constante desde su creación hace más de 15 años en mantener vigente el hilo rojo de la historia.
Una asociación que surge ante la dejación de funciones de las administraciones públicas con respecto a los temas de memoria histórica, que con bastante unanimidad se mueven bien poco en estos temas despachándolos con el habitual “no es el momento”, “hay cosas más importantes” o “eso pasó hace mucho tiempo”. Un cinismo fruto de una anomalía democrática, y es que en este país, 40 años después, todavía no se ha hecho una ruptura con el fascismo. En este país -con la ley de amnistía mediante- todavía no se ha reparado a las víctimas del régimen terrorista de Franco y sus asesinos, no se les ha devuelto su patrimonio robado, no se ha reparado jurídicamente a miles de hombres y mujeres que fueron víctimas del genocidio franquista. Y esto es muy importante, porque se le está dando carta de legitimidad a las leyes y sentencias franquistas. Miguel Hernández, como tantos otros condenados por juicios sumarísimos, siguen estando condenado a día de hoy. No se han anulado esas sentencias, por lo que siguen teniendo una calificación jurídica de delincuentes. Qué vergüenza! Y qué vergüenza que esto se mantenga enquistado a día de hoy.
Por eso, la mejor noticia sería que el Ateneo Viento del Pueblo desapareciese, eso significaría que en este país se habría hecho justicia, que en este país se habría reparado a las víctimas y condenado al franquismo. Ya no tendríamos que reclamar verdad, Justicia y Reparación para las víctimas del franquismo. Como no es así, y visto lo visto, se va a seguir manteniendo esta ignonimia, seguiremos insistiendo y trabajando, seguiremos alzando la voz por los que ya no están, seguiremos teniendo memoria, haciendo camino y persistiendo e insistiendo.
Y ponemos en valor nuestro trabajo y esfuerzo, no por una cuestión de ego, sino por resaltar el valor del tejido asociativo de una ciudad. El tejido asociativo es el alma de una ciudad, su vitalidad. Los nexos que articulan un nosotros en tiempos de individualismo y repliegue. Las asociaciones como elementos empoderadores de la sociedad, como vigilantes de los abusos y dejaciones del poder institucional. Una ciudad sin asociaciones es una ciudad muerta.
Si hoy vemos en esta placa, los logos de instituciones como el Ayuntamiento de Orihuela y la Generalitat Valenciana es porque el Ateneo ha tirado del carro, les ha empujado a involucrarse en un asunto que debería ser competencia de lo público. Porque este homenaje es impulsado por el Ateneo sí, pero nuestro objetivo es que sea un homenaje de toda la sociedad con sus instituciones a la cabeza. Que sean el pueblo de Orihuela y el País Valencià quienes reconozcan la labor de sus paisanos en su lucha por la libertad y democracia de la que ahora disfrutamos. Si hoy las instituciones se mueven algo por la memoria histórica es porque hay asociaciones y colectivos que van detrás de ellas empujando e involucrándolas. De motu propio es difícil que lo hagan, las instituciones son presas de los tentáculos del “atado y bien atado” y de un régimen del 78 en permanente crisis de poder y legitimación. Por eso, debemos insistir y reclamar desde las asociaciones porque si no nadie lo haría. Y el tiempo pasa, y el olvido se enquista.
Orihuela, por fin reconoce a los oriolanos deportados en los campos de concentración nazis. Unas personas que lucharon en los años más terribles del siglo pasado por los valores democráticos, la justicia y la libertad. Unos valores que chocaban con los regímenes fascistas de Mussolini, Hitler y Franco. Su lucha les llevó a conocer los horrores más ignominiosos cometidos por las ideas fascistas, el Holocausto. Una fábrica de terror y muerte, donde el despojamiento de lo humano era la pauta. Un reino de la muerte, ejecutado de manera funcionarial donde fueron deportados nuestros paisanos junto con miles de personas que por su condición política, sexual, nacional y religiosa fueron sistemáticamente aniquilados.
La lucha de estas personas contra el fascismo en España y en Europa, es algo que es prioritario reconocer, porque si hoy gozamos de libertades y sistemas democráticos es gracias a ellas. Por eso, nosotros admitimos que hoy y siempre sí que toca, que hoy y siempre es el momento y que hoy y siempre el pasado está presente. Por eso, es un honor reconocer al antifascismo y hoy más necesario que nunca, en un momento en el que el fascismo de nuevo cuño pretende borrar la historia con una visión negacionista y falsaria. Sin memoria, seremos ciudadanos dóciles, ignorantes y manipulables, pasto de discursos ficticios que pretenden blanquear a los asesinos y culpar a las víctimas. Ya lo estamos viendo en Madrid con la retirada del monumento a Largo Caballero, que fue por cierto, deportado a los campos nazis. Y con la vuelta al callejero de los generales franquistas.
Por eso, seguimos luchando para que el fascismo no borre de la Historia los nombres de los demócratas. Y para continuar la lucha por los valores que defendieron. Un proyecto republicano de cultura, soberanía y justicia social. Qué mejor homenaje que seguir estableciendo genealogía con las ideas y luchas que nos precedieron. Volver a disfrutar de la emancipación que la mujer conquistó en la República, luchar por una reforma agraria que ponga la tierra en manos de quien la trabaja, acabar con los privilegios y la delincuencia de marqueses, señoritos y monarquías corruptas; hacer de la cultura y la educación un eje vertebrador de la política de un país, donde los pueblos puedan decidir libremente, donde la gente pueda participar directamente. Acabar con un sistema que nos devora, que esquilma los recursos naturales, que trata al ser humano como mercancía, y a la mercancía como patrón social, que genera guerras para rapiñar recursos, que obliga a que la gente acuciada por esas guerras y ese expolio se juegue la vida en cayucos y sea tratada como delincuentes.
Luchamos y lucharemos por convicción ideológica y como deber cívico, pues no podemos soportar la injusticia y el sufrimiento del débil. Es lo que nos hace humanos, es lo que nos conecta como personas. No somos piezas ni mercancías, como etiquetaban los nazis a las personas que hacinaron en los campos de concentración. La libertad es nuestra bandera, la humanidad nuestra patria.