Vida y obra

VIDA

Miguel Hernández nació en Orihuela (Alicante) el 30 de octubre de 1910 en una familia que se dedicó a la crianza y pastoreo de ganado. El matrimonio tuvo siete hijos, de los que sólo sobrevieron cuatro: Vicente, Elvira, Miguel y Encarnación. Estudió hasta los catorce años en el colegio de Santo Domingo, y diversas dificultades en el negocio familiar hicieron que abandonara los estudios y se dedicara al pastoreo.

Su interés por la literatura lo llevó a profundizar en la obra de algunos clásicos, como Garcilaso de la Vega o Luis de Góngora, que posteriormente tuvieron una marcada influencia en sus versos, especialmente en los de su etapa juvenil. También conoció la producción de autores como Rubén Darío o Antonio Machado. Participó en las tertulias literarias locales organizadas por su amigo Carlos Fenoll, y después con Ramón Sijé.

Después de un primer viaje a Madrid, en diciembre de 1931, en el que no consiguió abrirse camino en la poesía, regresó cinco meses después y supo que quería dedicarse sólo a escribir, por lo que no trabajó más en el negocio familiar. Conoce a Josefina Manresa, su futura esposa. En marzo de 1934 viaja otra vez a Madrid, y allí conoce a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda, por lo que se le abren las puertas de la tertulias y publicaciones. Empieza a cambiar ideológicamente y a separarse de Ramón Sijé: se aleja del catolicismo.

Con el estallido de la guerra civil, se alista como voluntario en el ejército republicano. Durante la contienda contrajo matrimonio con Josefina Manresa, publicó diversos poemas en las revistas El Mono Azul, Hora de España y Nueva Cultura, y dio numerosos recitales en el frente. El fallecimiento de su primer hijo (1938) y el nacimiento del segundo (1939) se añadieron como motivo inspirador de su obra poética.

Terminada la guerra regresó a Orihuela, donde fue detenido en septiembre de 1939. Condenado a muerte, luego se le conmutó la pena por la de cadena perpetua. Después de pasar por varias prisiones, murió en el penal de Alicante el 28 de marzo de 1942, víctima de un proceso tuberculoso: de esta forma se truncó una de las trayectorias más prometedoras de las letras españolas del siglo XX.

OBRA

Aunque cronológicamente el autor debería pertenecer a la llamada promoción del 35, de la que formaron parte poetas como Luis Rosales o Leopoldo María Panero, el estilo de parte de su obra (su primer libro, Perito en lunas, publicado en 1933) y su relación con algunos de los representantes de la generación del 27 hacen que algunos críticos lo consideren el miembro más joven de esta última. Su trayectoria como escritor dio comienzo con algunas colaboraciones en la prensa local de Orihuela, especialmente en la revista de tendencia católica El Gallo Crisis, dirigida por su amigo Ramón Sijé.

Su primer volumen de versos, Perito en lunas (1934), está formado por 42 octavas reales en las que los objetos cotidianos y humildes son descritos con un hermetismo formal en el que trasluce claramente el magisterio gongorino, y que suponen un diario de los elementos cotidianos y la vocación de superación de una vida rural que no le gusta. Sin embargo, en otros poemas de la misma época se intuye una mayor soltura verbal y el inicio de su compromiso con la causa de los desheredados.

En 1934, después de dar a conocer en la revista Cruz y Raya el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, de carácter calderoniano, comenzó la que fue considerada su obra maestra y de madurez, El rayo que no cesa (1936), que inicialmente pensaba titular El silbo vulnerado. La vida, la muerte y el amor (éste como hilo conductor del poemario) son los ejes centrales de un libro compuesto mayoritariamente por sonetos y deslumbrante en su conjunto, aunque destaca alguna elegía como la dedicada a la muerte de Ramón Sijé, escrita en tercetos encadenados y considerada una de las más importantes de la lírica española de todos los tiempos. Es un libro que refleja una profunda crisis existencial, intensificada por la moral provinciana que le impide disfrutar del amor en libertad.

Durante la Guerra Civil cultivó la llamada poesía de guerra: su fe republicana se plasmó en una serie de poemas reunidos en Viento del pueblo (1937), en el que incluyó “Canción del esposo soldado”, dirigida a su mujer, y otras composiciones universalmente conocidas por representar símbolos de la ansias de libertad y justicia, como “El niño yuntero”. También en este periodo inicia El hombre acecha (1939), que manifiesta su visión trágica y pesimista de la contienda fratricida, y diversos textos dramáticos que se publicaron con el título Teatro en la guerra (1937).
Mientras se hallaba en la cárcel escribió Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), donde hizo uso de formas tradicionales de la poesía popular castellana para expresar en un estilo conciso y sencillo su hondo pesar por la muerte de su primer hijo y la separación de su mujer y del segundo hijo, destinatorio de las célebres “Nanas de la cebolla , así como la angustia que le producían los efectos devastadores de la guerra.

En resumen, Miguel Hernández ejemplifica, como ningún otro escritor de la primera mitad del siglo XX, la rápida evolución de la lírica española, desde los balbuceos posmodernistas y regionalistas, pasando por un gongorismo y clasicismo de (falso) cuño añejo, una veta surrealista que algunos críticos niegan o precisan, el compromiso de una zona de producción literaria que se alió con otras manifestaciones artísticas en tiempos de zozobra histórica, y un intimismo que responde a la destrucción de las esperanzas puestas en un régimen político que se derrumbó, en gran medida, víctima de sus propias contradicciones. Los vaivenes personales de nuestro autor van ligados a circunstancias históricas y de todo tipo, reflejado en su obra. De ningún otro poeta se puede afirmar con más seguridad que vida y obra están estrechamente unidas. Además, su mensaje poético es universal porque emana de la verdad humana que le corresponde. Por todo ello, toda su obra seguirá siendo altavoz de las reivindicaciones de justicia, igualdad y fraternidad, y formando parte de nuestras vidas, más allá del necesario estudio crítico.